Los buenos deseos marcados en la estrategia Europa 2020 para conseguir que la industria suponga el 20% del PIB europeo, tras los discursos, se suelen quedar en poca cosa.

Guillermo Dorronsoro, Director de zona Norte de Ibermática.
En Octubre del año 2013 se reunieron en París once ministros europeos en la primera reunión del foro “Amigos de la industria”, que buscaba revitalizar la política industrial europea. Desde entonces, cada año se han vuelto a reunir en diferentes capitales europeas, para volver a París en su sexta edición este pasado mes de Diciembre de 2018 (ahora son 17 países, y hay ministros y ministras).
La cita no ha tenido apenas eco mediático, al menos por aquí, así que he pensado que sería adecuado traerte una crónica, a modo de resumen. A nosotros esto de la política industrial (o su ausencia) nos afecta bastante, y nos vendría de maravilla que Europa y España se tomasen un poco más en serio el tema de la industria, una asignatura en la que en otras geografías nos sacan bastante ventaja.
No me ha sorprendido la declaración conjunta de los 17 países, que marca objetivos de cajón de madera de pino. El primero, identificar sectores industriales estratégicos, priorizando los que permitan aumentar la competitividad, luchar contra el cambio climático y favorecer el desarrollo tecnológico (baterías eléctricas, vehículos conectados, semiconductores, ciberseguridad, supercomputadoras, robótica, procesos industriales con bajo contenido de carbono, renovación y construcción de edificios con mayor eficiencia energética…).
Que la industria va de la mano del desarrollo tecnológico y la transformación digital de todos sus productos y procesos, es algo ya sabido. Algo más difícil es entender cuáles son las apuestas correctas, y luego tener la capacidad de inversión para conseguir el liderazgo de la fabricación mundial y protegerlo.
Por supuesto, los Ministros también se comprometieron a “movilizar las políticas europeas, tanto financieras como regulatorias, que contribuyen a la competitividad industrial y desarrollar planes de acción específicos en cada una de las cadenas de valor estratégicas identificadas”, y “reforzar el papel del Consejo de Competitividad para convertirlo en un verdadero órgano transversal dedicado a dirigir las políticas europeas”.
Nada nuevo bajo el sol, bla, bla, bla y tal y tal… Llevamos con este discurso casi una década, igual que los buenos deseos marcados en la estrategia Europa 2020, para conseguir que la industria suponga el 20% del PIB en Europa… Luego, después de los discursos y de los objetivos, nada de nada casi siempre o muy poca cosa, en el mejor de los casos.
Por el contrario, sí me ha llamado la atención que, aprovechando la misma reunión en París, los ministros alemán y francés (Peter Altmaier y Brune Le Maire), han firmado una nota de prensa conjunta adicional. Esta segunda declaración era mucho más concreta y menos gaseosa, y se centraba solo en tres objetivos, en los que ambos países se comprometían a colaborar de forma estrecha, para conseguir las economías de escala necesarias para competir con USA o China: baterías, innovación disruptiva e inteligencia artificial.
Una nota mucho más concreta, y que denotaba que se había trabajado antes de la reunión, porque incluía de forma específica una declaración sobre las bases del acuerdo para la producción de celdas de baterías, una de las industrias que más empleo y prosperidad van a crear en este Siglo XXI de coches eléctricos y energías renovables.
¿Y por qué creo que este acuerdo sí va en serio? Porque iba al grano: los dos países iban a conseguir que estas inversiones tengan la consideración de “Important Project of Common European Interest (IPCEI)”, lo que permite que accedan a mayor intensidad de ayudas públicas, saltando los estrictos límites marcados por la política de competencia europea.
Vamos, que las empresas alemanas y francesas van a recibir importantes niveles de apoyo público para poder competir con las americanas o las chinas que, por cierto, están recibiendo ese mismo nivel de ayudas…
Europa sigue siendo un club privado, con socios de primera (los países del norte, y el eje franco-belga), y socios de segunda (el sur, el este…). Nos quieren tener dentro porque les servimos de colchón fronterizo, pero nuestra prosperidad no les interesa en absoluto… Luego cuando lleguen las elecciones nos contarán lo de una Europa unida, pero hay que aprender a traducir.
Aquí, mientras tanto, seguimos despistados con el circo mediático, un ruido permanente que casi siempre se centra en cuestiones que nada tienen que ver con las auténticamente importantes…